viernes, 20 de enero de 2017

QUÉ DICE LA DSI SOBRE EL TRABAJO (I)

Lee y responde a las cuestiones que figuran al final de la entrada.
El trabajo es un derecho fundamental y un bien para hombres y mujeres: un bien útil, digno del ser humano, porque es idóneo para expresar y acrecentar la dignidad humana. La Iglesia enseña el valor del trabajo no solo porque es siempre personal, sino también por el carácter de necesidad.

El trabajo es un bien común.
El trabajo es necesario para formar y mantener una familia, adquirir el derecho a la propiedad y contribuir al bien común de la familia humana. La consideración de las implicaciones morales que la cuestión del trabajo comporta en la vida social, lleva a la Iglesia a indicar la desocupación como una “verdadera calamidad social”, sobre todo en relación con las jóvenes generaciones.
El trabajo es un bien de todos, que debe estar disponible para todos aquellos capaces de él. La “plena ocupación” es, por tanto, un objetivo obligado para todo ordenamiento económico orientado a la justicia y al bien común.
Una sociedad donde el derecho al trabajo sea anulado o sistemáticamente negado y donde las medidas de política económica no permitan a los trabajadores alcanzar niveles satisfactorios de ocupación, “no puede conseguir su legitimación ética ni la justa paz social”.
Una función importante y, por ello mismo, una responsabilidad específica y grave, tienen en este ámbito los “empresarios directos”, es decir, aquellas personas o instituciones de diverso tipo, capaces de orientar a nivel nacional y/o internacional la política del trabajo y la economía.

Consecuencias sociales de la globalización.
La globalización ha permitido experimentar formas nuevas de producción, trasladando las plantas de producción a regiones distintas de aquellas en las que se toman decisiones estratégicas y lejanas de los mercados de consumo. Dos son los factores que han impulsado este fenómeno: la extraordinaria velocidad de las comunicaciones actuales y la relativa facilidad para transportar mercancías y personas de una parte a otra del planeta.
Esto comporta una consecuencia fundamental sobre los mercados productivos: la propiedad está cada vez más lejos, a menudo indiferente a los efectos sociales de las opciones que realiza.
Por otra parte, si bien es cierto que la globalización, a priori, no es ni buena ni mala en sí misma, sino que depende del uso que el hombre hace de ella…, debe afirmarse que es necesaria también una globalización de la tutela, de los derechos mínimos esenciales y de la equidad.

Cambios en las estructuras del trabajo y sus consecuencias.
Una de las más características más relevantes de la nueva organización del trabajo es la “fragmentación física del ciclo productivo”, impulsada por el afán de conseguir una mayor eficiencia y unos beneficios mayores. Desde este punto de vista, las tradicionales coordenadas espacio-temporales dentro de las que se definía el ciclo productivo sufren una transformación sin precedentes, que determina un cambio en la estructura misma del trabajo.
Todo ello tiene importantes consecuencias en la vida de las personas y de las comunidades, sometidas a cambios radicales tanto en el ámbito de las condiciones materiales, cuanto en el de la cultura y de los valores. Este fenómeno afecta a nivel global y local, a millones de personas, independientemente de la profesión que ejercen, de su condición social o de su preparación cultural.
La reorganización del tiempo, su regulación y los cambios en curso en el uso del espacio…, deben considerarse, por consiguiente, un desafío decisivo, incluidos los aspectos ético y cultural, en el ámbito de la definición de un sistema renovado de la tutela del trabajo.
La globalización económica, con la liberación de los mercados, la acentuación de la competencia, el crecimiento de empresas especializadas en el abastecimiento de productos y de servicios…, requiere una mayor flexibilidad en el mercado de trabajo y en la organización y gestión de los procesos productivos. Al valorar esta delicada materia, parece oportuno conceder una mayor atención moral, cultural y estratégica para orientar la acción social y política en la temática vinculada a la identidad y los contenidos del nuevo trabajo, en un mercado y una economía a su vez nuevos. Los cambios del mercado de trabajo son a menudo un efecto del cambio del trabajo mismo, y no su causa.

Cambios sociales debidos a las innovaciones tecnológicas.
El trabajo, sobre todo en los países más desarrollados, atraviesa una fase que marca el paso de una economía de tipo industrial a una economía esencialmente centrada en los servicios y en la innovación tecnológica.
Gracias a las innovaciones tecnológicas, el mundo del trabajo se enriquece con nuevas profesiones, mientras otras desaparecen. En la actual fase de transición se asiste, en efecto, a un pasar continuo de empleados de la industria a los servicios. Mientras pierde terreno el modelo económico y social vinculado a las grandes fábricas y al trabajo de una clase obrera homogénea, aumentan las actividades laborales en el ámbito de los servicios, las prestaciones “a tiempo parcial” interinas y “atípicas”, es decir, las formas de trabajo que no se pueden encuadrar ni como “trabajo dependiente” ni como “trabajo autónomo”.
La transición en curso significa el paso de un trabajo dependiente a tiempo indeterminado, entendido como “puesto fijo”, a un trabajo caracterizado por una pluralidad de actividades laborales; de un mundo laboral compacto, definido y reconocido, a un universo de trabajos variado, fluido y rico de promesas, pero también de preguntas inquietantes.
Las exigencias de la competencia, de la innovación tecnológica y de la complejidad de los flujos financieros deben armonizarse con la defensa del trabajador y de sus derechos.
La inseguridad y la precariedad no afectan solamente a la condición laboral de los hombres y mujeres que viven en los países más desarrollados, sino también a las personas pertenecientes a las economías menos avanzadas del planeta. Estos últimos, además de los complejos problemas vinculados al cambio de los modelos económicos y productivos, deben afrontar cotidianamente las difíciles exigencias procedentes de la globalización en curso.
La situación resulta particularmente dramática para el mundo del trabajo, afectado por vastos y radicales cambios culturales y estructurales, en contextos frecuentemente privados de apoyos legislativos, formativos y de asistencia social.

Aumento de las formulas de trabajo independiente.
Muchas actividades que ayer requerían trabajo dependiente, hoy son realizadas en formas nuevas, que favorecen el trabajo independiente y se caracterizan por una mayor componente de riesgo y responsabilidad.
El trabajo en las pequeñas y medianas empresas, el trabajo artesanal y el trabajo independiente pueden constituir una buena ocasión para hacer más humana la vivencia laboral, ya sea por la posibilidad de establecer relaciones interpersonales positivas en los contextos de comunidades de menores dimensiones, ya sea por las mejores oportunidades que ofrecen al espíritu emprendedor… Sin embargo, no son pocos en estos sectores, los casos de trato injusto, de trabajo mal pagado y sobre todo inseguro.
En países en vías de desarrollo se ha venido difundiendo en estos últimos años el fenómeno de la expansión de actividades económicas “informales” o “sumergidas”, que presentan señales de un crecimiento económico prometedor, pero plantean problemas jurídicos y éticos serios.
El significativo aumento de puestos de trabajo suscitado por tales actividades se debe, en realidad, a la falta de especialización de gran parte de los trabajadores. Así, un elevado número de personas se ven obligadas a trabajar en condiciones de grave desazón y en un marco carente de reglas necesarias para proteger la dignidad de los trabajadores, cuyos salarios, con frecuencia, se revelan insuficientes para garantizar que sus familias alcancen un nivel de subsistencia.

Significación del trabajo agrícola.
El trabajo agrícola merece especial atención, debido a la función social, cultural y económica que desempeña en muchos países, a los numerosos problemas que debe afrontar en el contexto de una economía cada vez más globalizada y a su importancia en la salvaguardia del ambiente natural.
En muchas situaciones son necesarios cambios radicales y urgentes para volver a dar a la agricultura su justo valor como base de una sana economía.
Los cambios profundos y radicales que se presentan actualmente en el ámbito social y cultural y que afectan a todo el mundo rural, precisan con urgencia una reflexión profunda sobre el significado del trabajo agrícola y sus múltiples dimensiones… Reflexión que debe apoyarse con políticas agrícolas y ambientales capaces de superar una cierta concepción residual y asistencial…
En algunos países es además indispensable una redistribución de la tierra con el fin de eliminar el impedimento que supone el latifundio improductivo, condenado por la doctrina social de la Iglesia, para alcanzar un auténtico desarrollo económico. La reforma agraria es, por tanto, además de una necesidad política, una obligación moral. No llevarla a cabo constituye, en estos países, un obstáculo para los efectos benéficos que derivan de la apertura de los mercados y, en general, de las ventajosas ocasiones de crecimiento que la globalización actual puede ofrecer.

Peligro de exclusión social.
La capacidad propulsora de una sociedad orientada hacia el bien común y proyectada hacia el futuro se mide también por las perspectivas de trabajo que puede ofrecer.
El alto índice de desempleo y la persistencia de dificultades para acceder a la formación y al mercado de trabajo, constituyen para muchos, sobre todo para los jóvenes, un grave obstáculo en el camino de su realización humana y profesional.
Quien está desempleado o subempleado padece, en efecto, las consecuencias negativas que esta condición produce en la personalidad y corre el riesgo de quedar al margen de la sociedad y de convertirse en víctima de exclusión.
Además de a los jóvenes, este drama afecta, por lo general con más virulencia a las mujeres, a los menos formados, a los minusválidos, a los inmigrantes, a los ex-reclusos, a los analfabetos…, personas todas estas que encuentran mayores dificultades en la búsqueda de una colocación en el mundo del trabajo.

Cuestiones.
1. ¿Qué valor atribuye la Iglesia al trabajo? ¿Por qué? Justifica.
2. Define "globalización" en sentido económico.
3. ¿Cómo se valora la globalización económica por parte del la Iglesia? ¿Qué desafíos plantea?
4. ¿En qué consiste la "fragmentación fisica del ciclo productivo"? Trata de explicar de manera concreta. ¿Qué importantes consecuencias sobre la vida de las personas y las comunidades se derivan de todo ello?
5. ¿En qué consiste la terciarización de la economía? ¿Qué principales cambios sociales se siguen de este proceso?
6. Distingue concretamente entre "trabajo dependiente" y "trabajo independiente". ¿Cómo valora la Iglesia el aumento de forma de trabajo independiente?
7. ¿Qué principales problemas jurídicos y éticos plantean las diversas formas de actividades económicas "informales" y/o "sumergidas"?
8.¿Por qué el trabajo agrícola merece especial atención en el contexto de una economía cada vez más globalizada? ¿Qué retos se plantean aquí?
9. ¿Qué consideración hace la DSI del latifundio? ¿Qué tipo de reformas plantea esta consideración?
10. ¿Qué valoración se hace desde la Iglesia del "desempleo" y del "subempleo"? ¿Por qué? Justifica.

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